lunes, 14 de octubre de 2013

POETA EN NUEVA YORK

 
 

      Siempre es saludable y estimulante revisitar un libro como éste, sin duda uno de los acontecimientos literarios del siglo XX, la indiscutible obra maestra del poeta Federico García Lorca. La publicación en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores de la "primera edición del original",  supuestamente la versión más fiel, fijada y anotada por Andrew A. Anderson, era una buena excusa para ello. Rodeado de problemas textuales que, sin duda, han contribuido a envolver al libro en un halo de misterio, Poeta en Nueva York tiene una historia complicada: publicado póstumamente en 1940, tuvo dos "primeras ediciones", una en México y otra en Nueva York, que presentaban significativas discrepancias entre ellas. En el estudio introductorio de esta última edición, Anderson trata con detalle (quizá demasiado detalle) la tortuosa peripecia sufrida por unos textos que Lorca, asesinado en agosto de 1936, había dejado sin organizar. El resultado es una visión de conjunto de cómo evolucionó el libro antes de tomar su forma definitiva. Al parecer, el original que más se acerca a la última voluntad de Lorca fue un caótico galimatías (en parte manuscrito y en parte mecanografiado, lleno de correcciones y tachaduras) que el poeta entregó a José Bergamín sólo unos días antes de su muerte. Ese original se había perdido, hasta que en 2003 la familia lo adquirió en una subasta por casi 200.000 euros. No da la impresión, a la vista del facsímil que reproduce los textos mecanografiados y manuscritos, de que ese original fuera una versión definitiva. Sinceramente, creo que ya nunca sabremos cuál hubiera sido el resultado final del libro si la guerra civil no hubiera truncado la vida y la obra de su autor. Y tampoco creo que eso importe ya demasiado.

 
      Los poemas que forman parte de este libro emblemático están escritos en la ciudad de Nueva York el año (1929-1930) en que Lorca vivió como estudiante en Columbia University. Tenía 31 años, nunca había salido de España y estaba sumido en una profunda crisis personal. Fue la experiencia más útil de su vida. Allí vivió el crack de la bolsa que, en 1929, desencadenó la terrible crisis económica y social que conocemos como "la gran depresión". El encuentro directo con la ciudad que se erigía en símbolo del capitalismo y del mundo contemporáneo, masificado y deshumanizado, marcó profundamente su obra. Supuso, sin duda, un punto de inflexión no sólo en su poesía sino también en su obra dramática.
      Sin quitarle mérito a la edición del profesor Anderson, lo que verdaderamente me ha hecho disfrutar (y mucho) ha sido la relectura del libro, un libro seguramente inacabado que contiene algunos de los mejores textos de la poesía universal del siglo XX.

 

3 comentarios:

  1. La ventaja de morirse es que no da tiempo de deteriorarse y la ventana queda abierta a la imaginación de los siguientes, sin que nadie pueda contradecirnos.
    Y, sin embargo, ¿qué se puede añadir a esos tres versos "el aullido /es una larga lengua morada que deja/hormigas de espanto y licor de lirios"?

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    1. Nada. Tú lo has dicho, María Jesús: no puede añadirse nada, sólo disfrutar de la fuerza y la música de esos versos. Gracias por venir y por comentar. Apertas.

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  2. Conforme avanzo por tu blog, Inmaculada, me doy cuenta de que tenemos los mismos, por decirlo de alguna manera, mitos eróticos: Kavafis, Federico...Ummm...No sé qué más me voy a encontrar aquí.

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