miércoles, 6 de febrero de 2013

LEGÍTIMA DEFENSA


"Tras el cristal"
 
      ¿Para qué la poesía en tiempo de miseria, en tiempo de mentira y de infidelidad? La pregunta se la hacía Friedrich Hölderlin, al borde de la locura, a comienzos del siglo XIX. Se la hacía José Ángel Valente en la profunda España de la última posguerra. Nos la hacemos también nosotros, ciudadanos del siglo XXI, cuando asistimos incrédulos al derrumbe inevitable del que pudo haber sido nuestro mundo. ¿Para qué sirve la poesía, aquí y ahora? ¿Para qué sirven y a quién sirven los poetas en estos tiempos de penuria, en estos tiempos de desidia y de inmovilidad? En días tan menesterosos, sin duda la poesía (como la literatura, el arte, la música o el cine) parece un lujo superfluo, el capricho banal de una sociedad aburguesada que ni recuerda bien de dónde viene ni sabe a ciencia cierta adónde va. Parece un lujo, pero no lo es, o no del todo, o según cómo se mire. Porque la poesía sigue siendo necesaria; más necesaria que nunca, yo diría. Incluso en estos tiempos, en este injusto aquí y ahora, la poesía puede ser un arma, un pan, una bandera, un grano de arena, un río, un espejo, un sorbo de agua o de vino, una ventana para mirar afuera, una ventana para mirar adentro, un ejercicio de supervivencia: el mejor antídoto contra una realidad emponzoñada y ominosa.
      No lo puedo remediar. Pertenezco a la tribu de lo que algunos -no sin cierta petulancia- llaman "letraheridos". La poesía es mi debilidad y también mi fuerza. No me lo tengáis en cuenta. Cada cual tiene sus adicciones. Cada cual sobrevive como sabe. Cada cual se defiende como puede.
 

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