Si la vida te deja entre las manos
su terrible moneda
-esa oscura moneda que te aboca
a no se sabe qué profundas simas,
a qué alados espacios luminosos-,
no rehúses las sombras
ni desdeñes los dones que te otorgan:
su tristeza hiberniza,
sus aromas azules como lágrimas,
su desolado ámbito
de nave a la deriva,
como de gran naufragio irremediable
en un charco de lodo...
Sin ellas,
¿cómo reconocer
el mar, la luz, el gozo?
¿Y cómo amar, sin ellas,
la blanca gaviota
que planea en el cielo del verano?
Islas,
1991
(VII Premio "Ángel González" de poesía)
(VII Premio "Ángel González" de poesía)
Cuánta razón.
ResponderEliminarSi tú lo dices... Gracias por la visita, compañera.
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