Hasta octubre de 1996, momento en que se le concede el Premio Nobel de Literatura, la poesía de Wislawa Szymborska era prácticamente desconocida para el público español. Para mí siguió siéndolo precisamente hasta el día anterior a su fallecimiento, en febrero del año pasado, cuando de un modo providencial llegó a mis manos la magnífica antología Paisaje con grano de arena.
Fue un descubrimiento fantástico, un verdadero milagro de la poesía. Casi de inmediato, la señora Szymborska, esa respetable desconocida, la gran dama de la literatura polaca, se me reveló como una de las voces más auténticas, más cálidas y cercanas del siglo XX. También una de las más divertidas. Una voz que llegaba tardíamente, pero llegaba para quedarse y formar parte de la familia, para ser simplemente Wislawa. Desprovista de toda grandilocuencia, la poesía de Wislawa proyecta su mirada (una mirada vagamente impertinente, como esos binoculares que porta en la fotografía) sobre los aspectos más simples de la vida cotidiana. Cargada de ironía, de lucidez, de agudeza, de cordialidad y una cierta inocencia, la mirada de Wislawa es siempre una mirada humana y profunda que sabe ver mucho más allá de lo que hay delante de los ojos.
Viene esto a cuento porque acabo de finalizar la lectura de Instante, uno de sus últimos libros, publicado en España por Ediciones Igitur hace ya algunos años. Un libro tan cautivador como los anteriores. Un libro que reflexiona sobre el alma, los recuerdos, el primer amor, las nubes, el silencio de las plantas, las preguntas que no tienen respuesta... y en el que no falta una terrible fotografía del 11 de septiembre. Un libro hecho de instantes, no necesariamente felices, pero en cualquier caso irrepetibles ("uno de esos terrenales instantes/ a los que se pide que duren").
Poesía altamente recomendable. Poesía para todos, pero especialmente para los reacios, para los cobardes, para los que jamás se atreven a leer poesía. Nadie debería perderse la oportunidad de conocer a Wislawa porque, una vez que se la conoce, es imposible ya desprenderse de su hechizo.
ALGO SOBRE EL ALMA
Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.
Día tras día,
año tras año
pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.
Rara vez nos asiste
en las tareas pesadas,
como mover los muebles,
cargar las maletas
o recorrer caminos con zapatos apretados.
Cuando hay que cortar carne
o llenar solicitudes,
generalmente está de asueto.
De mil conversaciones
toma parte sólo en una,
y no necesariamente,
pues prefiere el silencio.
Cuando el cuerpo nos empieza a doler y doler,
escapa sigilosamente de su hora de consulta.
Es algo quisquillosa:
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.
La alegría y la tristeza
no son para ella sentimientos distintos.
Sólo cuando se unen
está presente en nosotros.
Podemos contar con ella
cuando no estamos seguros de nada
y tenemos curiosidad por todo.
De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan afanosos
aunque no mire nadie.
No dice de dónde viene
ni cuándo se irá de nuevo,
pero evidentemente espera esa pregunta.
Según parece,
así como ella a nosotros,
nosotros a ella
también le servimos de algo.
Es precioso.
ResponderEliminarWislawa, no la conocía. No lo olvidaré.
Me gusta eso que dices de la calidez y el humor. El poema es precioso. Un abrazo.
ResponderEliminar